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Alicia, con 41 años, y José, con 49, han adoptado al pequeño Bereket que en breve cumplirá dos años

Acceden a la maternidad y paternidad a una edad considerada «mayor» por la sociedad. Son madres y padres primerizos con 38, 40 o más años, la edad a partir de la que se reduce la fertilidad y aumentan los riesgos en el embarazo. Tienen un solo hijo y un nivel económico y educativo medio-alto. Este tipo de familia, que ha crecido vertiginosamente en España en los últimos años, ha llamado la atención de un equipo de investigadores de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Dirigidos por Raúl Sánchez Molina, Doctor en Antropología Social de la UNED, están realizando un estudio antropológico sobre lo que han denominado «familias tardías», un colectivo emergente que posee sus propias necesidades y características. La investigación trata de conocer los nuevos retos que plantean al Estado.

En este proyecto I+D+i «Familias Tardías: estudio etnográfico de las configuraciones familiares en Madrid» (FEM 2011), pionero en nuestro país y financiado por la Secretaría de Estado de Investigación (Ministerio de Economía), colaboran médicos, matronas, abuelos canguros, asociaciones, expertos... Lo más llamativo son los relatos de vida que aportan parejas y mujeres solteras que tienen hijos ya sea de forma natural, por reproducción asistida o a través de la adopción nacional o internacional. La edad es la que determina pertenecer a este colectivo: «La diferencia generacional de los padres con sus hijos es superior a la convencionalmente establecida, es decir, 35 o 40 años», explican los investigadores. Y eso tiene consecuencias.

Un crecimiento imparable

Lo cierto es que es difícil cuantificar a este colectivo, pero va en aumento y es imparable, como demuestran algunos indicadores. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) reflejan que, en doce años, casi se han triplicado el número de mujeres que tienen hijos a partir de 40 años. Si en el año 2000 eran 10.163, en 2012 han sido 28.322. La misma tendencia siguen las madres de 35 a 40 años: de 67.959 mujeres que tuvieron un hijo a esa edad se ha pasado a 124.419 en esos años. Es decir, casi el doble. «Claro que en estas estadísticas no se identifica si es su primer o segundo hijo, pero solo el hecho de que reflejen esa maternidad tardía avanza que muchas serán familias tardías», explica Elena Corrochano, doctora en Antropología y una de las investigadoras. A esas edades hay menos posibilidades de concebir un hijo y aumentan los riesgos en el embarazo, como confirma el doctor José Luis Bartha, jefe de servicio de obstetricia del Hospital Universitario La Paz.

El aumento de la edad a la que se tiene el primer hijo (31,6 años) es otro indicador de que está creciendo el número de familias tardías, así como el aumento de la demanda de tratamientos de reproducción asistida y el gran auge de las adopciones internacionales (más de 43.000 niños han llegado a España por esta vía, el 85% de las familias habían comenzado el proceso con 40 años y sin hijos previos). A más mayor más riesgo para el embarazo, más dificultad para concebir

Tras casi dos años de trabajo, el equipo de la UNED ha llegado a sus primeras conclusiones. Explican que la paternidad y la maternidad se han retrasado en España a causa de «condicionantes estructurales». Durante años se han lanzado discursos sociales y culturales que en nada han beneficiado a la natalidad. Corrochano ofrece un ejemplo: «Se ha exigido cumplir unas expectativas como pareja: tener trabajo fijo, coche, casa, viajar antes de tener un hijo, tener dinero para el niño... Cuando una pareja llega a eso ya alcanza los 40 o 42 años».

Por qué se retrasa la maternidad

Pero hay más razones para postergar la maternidad y paternidad, como cuenta esta investigadora: «Hay parejas que se casan y quieren disfrutar antes de la llegada del hijo; mujeres que se han inseminado porque su pareja no quiere tener hijos, no veían a la pareja como el padre idóneo o no encuentran una pareja».

Las familias tardías tienen cada vez más peso social, pero con retos diferentes. En estos hogares se acentúan las necesidades de cuidado. No todas disponen de la ayuda de abuelos canguro, ya que a ellos la llegada del nieto les ha cogido a una edad muy avanzada. A un plazo más largo: «Cuando estos padres lleguen a la jubilación se encontrarán con hijos dependientes —dice Corrochano—, que todavía no han entrado en el mercado laboral porque están estudiando, a los que tienen que cuidar y abuelos muy mayores a los que tambien cuidarán. Es una nueva versión de la generación sandwich».

Movilización de la red familiar

Pero existen otros efectos: «Con la llegada de un hijo, la red familiar se moviliza. Esa mujer mayor que en principio se quedaba soltera, sin hijos e iba a cuidar de los abuelos, ahora ha tenido descendencia. Por tanto, se empiezan a reestructurar todas las redes de cuidado para ver quién se hace cargo de los abuelos y cómo se apoya esa mujer con un recién nacido».

Por otro lado, como advierte Nancy Konvalinka, antropóloga y otra de las investigadoras de este estudio, en «Modos y maneras de hacer familia»: «Los hijos de estas familias pueden encontrarse en situaciones complicadas. Muchos son hijos únicos, o con un solo hermano. Serán responsables de sus padres que les llevan una gran distancia generacional. Si estos hijos tardíos se convierten en padres tardíos, pueden darse casos de dos personas de 40 años responsables de su hijo pequeño y de cuatro abuelos muy longevos».

Los investigadores también se han percatado de que existe cierto rechazo del entorno a que a determinada edad se tenga hijos. «Hay casos de familiares que piensan que si una mujer o una pareja tiene hijos a partir de los 40 es un capricho. Otros sin embargo, les apoyan», comenta Corrochano.

Una gran reflexión

Está claro que las necesidades de estas familias afectarán a la sociedad y al Estado. «Si se hace caso omiso a sus demandas —advierte la investigadora Konvalinka—, con la actitud de que el cuidado pertenece a la esfera privada, de que nadie te mandó tener un hijo tan tarde, las repercusiones sobre estas familias y, especialmente, sobre las mujeres serán muy negativas».

Y eso que en estas familias, la llegada de un hijo es un fuerte acto de reflexión, en el caso de las parejas ambos miembros se implican más en la crianza y suelen hacer cambios laborales para conciliar. Sus años aportan un valor añadido: «Más paciencia, más afectividad, una vida más estructurada, con las inquietudes de juventud ya resueltas».

Fuente: ABC.es

Publicado en Salud y Familia